23 de marzo de 2005
Los amigos por Carlos Cebrián

Creo que es fundamental cuidar a los amigos. Tenerlos cerca. Poder acudir a ellos para solicitar sus favores, con la certeza que te los brindarán aumentados, si cabe, y sin pedir explicaciones. Poder solicitar su ayuda con la certidumbre de que ésta te llegará de inmediato, sin contraprestaciones, sin dilatarse, sincera, amable. Tenerlos cerca para poder brindarles los favores que te soliciten, hacerles llegar la ayuda que pidan o que, simplemente, necesiten, sin el menor asomo de duda. Sin palabras ociosas.

Y digo esto, sin el riesgo que parezca una perorata sentimental e ingenua, o mejor aceptando que lo parezca o que lo sea, asumiendo el sentimentalismo, porque mis amigos me han respondido últimamente, y su respuesta ha sido mejor que lo que mi intención solicitaba de ellos. Y esa ayuda ha procurado que el resultado de aquello para lo que solicitaba su colaboración haya sido mejorado de una manera tan sustancial como completa.

En este ámbito de la farándula, de la “intelectualidad” local, está extendida la impresión de que nos comportamos como “prima donas”, estrellitas de tres al cuarto, con los egos elevados y maniáticos. Que vivimos inmersos en reyertas, en envidias, en falsedades interesadas. Por un lado, esto puede ser cierto, pero , a veces, esta impresión no es solamente falsa sino que es deliberadamente falsa e injusta. No digo que seamos hermanitas de la caridad, pero tampoco somos esos capullos que parecemos, o que nos hacen parecer. Sin duda somos personalidades con egos inflados, es cierto, precisamente por ello nos dedicamos a esta desdicha o verdadero éxtasis que es el arte, por ello queremos trasladar nuestras ideas al público, por ello nos “desnudamos” en público con nuestras obras y por ello necesitamos del aplauso, del reconocimiento, de la notoriedad. Definitivamente no todos somos brillantes, incluso muchos somos mediocres, medianías, rematadamente malos, pésimos. También , en algunos casos, somos esos capullos que parecemos, ingratos, veleidosos e insoportables, sí es cierto. La cuestión está en trillar, escoger, medir, aceptar y reconocer. Pero no es menos cierto que también los hay que nos queremos, nos ayudamos, y colaboramos para ofrecer un producto cultural, artístico, de buen calibre y digno. Esto me ha pasado a mí, hace unos días, solicité ayuda de algunos amigos “faranduleros” y su respuesta fue simplemente admirable, desinteresada y cariñosa. Va por mis amigos, mi agradecimiento. No es necesario nombrarlos, ellos saben que son los destinatarios de este reconocimiento. Va por vosotros.

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